Las dificultades que se presentan en la dislexia crean serias preocupaciones, ya que en la sociedad actual es muy difícil desenvolverse eficazmente si no se manejan con destreza las habilidades lectoescritoras, (Mateos, 2009). Es normal que los niños con este trastorno tengan otra psicopatología asociada como fobia a la escuela, psicosomatizaciones como dolores de cabeza o de barriga, baja autoestima y motivación, problemas atencionales, emocionales, ansiedad e incluso retraimiento social, todo ello puede desembocar en fracaso escolar.
Por estos motivos, una cuestión muy debatida ha sido el tipo de tratamiento que debe aplicarse a esta población.
Para poder diseñar un tratamiento que resulte eficaz en dislexia se deben tener en cuenta una serie de características. Lo primero de todo será realizar una evaluación, tanto de tipo neuropsicológico, evaluando las diferentes funciones cognitivas, como de tipo psicoeducativo, administrando pruebas específicas para evaluar la lectura y la escritura. Los resultados de la evaluación son de gran importancia, ya que con ella podemos establecer un perfil de cuáles son los puntos fuertes y débiles de cada niño, aspecto crucial para el posterior diseño de la intervención.
La edad de inicio, de ello dependerá el tipo de tratamiento que se lleve a cabo. Hasta los 9 años, la intervención se centra en las habilidades prelectoras y preescritoras, como sería la conciencia fonológica, conciencia silábica, el conocimiento alfabético y la conciencia léxica, etc. Hasta los 11 años, la intervención se centra en las habilidades lectoescritoras, que se componen de la precisión, velocidad, fluidez y compresión lectora, así como en los distintos tipos de ortografía (natural, reglada y arbitraria) y en la composición de textos. A partir de los 11 años, también se puede comenzar a emplear medidas compensatorias con estrategias y métodos de estudio (planificación y organización, subrayado, resúmenes, esquemas, etc). Estas técnicas se suelen emplear cuando el niño ya no puede mejorar más las otras habilidades o cuando comienza la intervención a una edad tardía.
La modalidad, aunque suele ser de tipo individual, a veces se puede intervenir de forma grupal (2 o 3 niños), si presentan el mismo tipo de déficits, ya que trabajar con otro niño que también tenga las mismas dificultades les ayuda a aumentar su autoestima y motivación.
La frecuencia e intensidad, los especialistas recomiendan que las sesiones se lleven a cabo 2 o 3 días a la semana con una duración de una hora como máximo. La constancia al tratamiento es un factor imprescindible para lograr unos niveles de normalización, (Singer y Cuadrado, 2010).
El tipo de tareas, son diseñadas a partir de los déficits que presente de acuerdo con la evaluación, deben ser jerarquizadas, yendo de los niveles más fáciles a los más difíciles y siempre reforzando lo aprendido. Los materiales y las actividades deben adaptarse a las demandas de cada niño. Es muy importante tener en cuenta las diferencias individuales a la hora de diseñar las actividades. Además de trabajar los aspectos del lenguaje y la escritura se deberán combinar para trabajar otras funciones cognitivas como atención, velocidad de procesamiento, memoria, ya que estas funciones cognitivas trabajan conjuntamente con las lectoescritoras. Los ejercicios que se realizan siempre están implicadas varias funciones cognitivas, pero es importante dedicarle actividades extra para reforzar o estimular las que estén alteradas. Las tareas que implican métodos audiovisuales y en un contexto lúdico, aumentan la motivación al tratamiento, así como dejar los últimos 5 minutos para jugar.
El tipo de tratamiento, suele adoptar una perspectiva multidisciplinar, aunque el peso recae en la intervención de tipo psicoeducativa, donde se instruye en las habilidades lectoescritoras y se enseñan estrategias de aprendizaje también se usan estrategias de tipo neuropsicológico, donde se abordan las funciones cognitivas alteradas y de tipo psicoterapéutico, donde se trabaja la autoestima y la motivación, así como controlar la ansiedad, si fuera el caso.
Mateos Mateos, R. (2009). Dificultades de aprendizaje.Psicología Educativa: Revis-ta de los Psicólogos de la Educación,15(1), 13-19.
Singer, V., & Cuadro, A. (2010). Programas de trastornos de lectura. Neuropsicologia Latinoamericana,2(1), 78-86.
Sonia Garcia Pardo
Comentarios
Publicar un comentario